lunes, 11 de octubre de 2010

y los valles se cambiaron por desiertos

Una vez, si mal no recuerdo,
me tenías en la punta de los dedos.
Las secuelas de los viejos días
estarán conmigo el resto de mi vida.

Me quedé dormido un momento
y los valles se cambiaron por desiertos
por obra y gracia de El que controla el firmamento,
El que decide que ande perdido en corrientes circulares en el tiempo,
El que transforma los diamantes en quejidos y lamentos,
El que se encarga de que salgas y que yo me quede dentro.

Asustado, sintiéndome enfermo,
como una temporada en el infierno.
Intentando ver una salida,
encontrando más problemas todavía.

Todo esto que jamás podré comprender,
lo que obtuve a cambio de intentar hacerlo bien.
Eso no es para mí, quiero mi parte de lo bueno.
Quiero que estés aquí, quiero tenerte dando vueltas a mi lado todo el tiempo,
en nueve órbitas concéntricas y yo estar en el centro.
Será mucho pedir, pero es lo menos que merezco.



Corrientes circulares en el tiempo by Los Planetas on Grooveshark

jueves, 16 de septiembre de 2010

Dos bandas sonoras, una animación


Frank Film, Frank MOURIS, 1973
Cargado por shortanimatedworld. - Videos web independientes.


Película de Frank Mouris, ganadora del Oscar al mejor cortometraje de animación en 1974.


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sábado, 12 de junio de 2010

Yo siempre he sido igual

—Yo no me sé expresar —dijo la Maga secando la cucharita con un trapo nada limpio—. A lo mejor otras podrían explicarlo mejor pero yo siempre he sido  igual, es mucho más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres. 
—Una ley —dijo Gregorovius—. Perfecto enunciado, verdad profunda. Llevado al plano de la astucia literaria se resuelve en aquello que de los buenos sentimientos nace la mala literatura, y otras cosas por el estilo. La felicidad no se explica, Lucía, probablemente porque es el momento más logrado del velo de Maya.
La Maga lo miró, perpleja. Gregorovius suspiró.
—El velo de Maya —repitió—. Pero no mezclemos las cosas. Usted ha visto muy bien que la desgracia es, digamos, más tangible, quizá porque de ella nace el desdoblamiento en objeto y sujeto. Por eso se fija tanto en el recuerdo, por eso se pueden contar tan bien las catástrofes.
—Lo que pasa —dijo la Maga, revolviendo la leche sobre el calentador— es que la felicidad es solamente de uno y en cambio la desgracia parecería de todos.
Julio Cortázar
Rayuela
; Cap. 24.
1963

sábado, 29 de mayo de 2010

La extraña sensación de tener cuerpo y la extraña sensación de tener miedo

¿Qué recuerdas de las escaleras?
Que eran más grandes. La distancia entre los peldaños era mayor y la distancia entre lo más alto  y el suelo también. Recuerdo escaleras más altas y peldaños más grandes, distancias mayores esfuerzos mayores. Más lejos, pero también más cerca. Más frío, sobre todo más frío. El dolor en las manos, las manos golpeadas por balones de cuero y sobre todo por verjas, palos, hierros. El frío y el dolor en las manos y un agujero en el pecho al correr. Saltábamos verjas, verjas enormes, teníamos miedo y frío. Saltábamos verjas y una de esas verjas oxidadas me hizo un agujero en la tripa, un agujero que sangraba. Recuerdo el frío y el sabor de la sangre, sangre de la nariz o de los dedos o de la tripa, pero sobre todo recuerdo escaleras grandes y el dolor del cuerpo al caer constantemente. La extraña sensación de tener cuerpo y la extraña sensación de tener miedo. También cortar el césped del jardín, limpiar la hierba que se atascaba en las cuchillas, pensar en cualquier otra cosa mientras tanto. Problemas con el tiempo. El tiempo que separa cortar el césped de volver a la calle. El tiempo que separa estar en la calle de volver a casa. El tiempo que separa unos días de otros, el tiempo durante los fines de semana y el tiempo durante un lunes. Diferentes medidas. Como una goma. Recuerdo medidas elásticas, distancias elásticas, esperas eternas y diversiones rápidas. También los coches y la idea de no tenerlos y las motos y la misma idea y las mujeres. Todas las ideas de nunca y las ideas de espera.
Los relojes, la obsesión por los relojes, por tenerlos y mirarlos y la mierda de estar siempre debajo de alguno, la mierda de las horas diciendo cosas, horas de hacer algo y horas de hacer lo contrario, horas infranqueables como un jodido muro de acero.
¿Qué más recuerdas de las escaleras?
Sólo eso; la altura, el dolor, el frío, y las horas.
                                        Ray Loriga
                                     Lo peor de todo.
1993.
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martes, 20 de abril de 2010

El único defecto verdaderamente fatal de tu carácter

Y a todo esto se añade que por tus actos y por tu silencio, por lo que haces y dejas de hacer, vuelves cada día de mi largo cautiverio más difícil de vivir para mí. Tu conducta envenena mi ración diaria. Haces que el pan me sepa amargo y el agua salobre. Redoblas la pena que compartes, transformas en angustia el dolor que tratas de aliviar. No quieres hacer esto, sin duda. Sé que no quieres hacer esto. Se trata únicamente de “el único defecto verdaderamente fatal de tu carácter: la falta de imaginación”.
Y la conclusión es que tengo que perdonarte. Debo hacerlo. No escribo esta carta para llenar de amargura tu corazón sino para extraerla del mío. Por mi propio bien debo perdonarte. Nadie quiere llevar siempre una víbora en el pecho que se alimenta de su carne ni levantarse noche a noche para sembrar cardos en el jardín de su alma. Si me ayudas un poco no me será difícil perdonarte. Siempre perdoné fácilmente cuanto me hiciste en los viejos días. Esto no fue para tu bien. Sólo puede perdonar los pecados aquel cuya vida está libre de todo mancha. Pero ahora que estoy confinado en la humillación y la ignominia es diferente. Ahora mi perdón representaría mucho para ti. Alguna vez lo entenderás. Ya sea que lo entiendas tarde o temprano, pronto o nunca, veo claramente el camino que se abre ante mí. No puedo permitirte seguir viviendo con el peso que cargas en tu corazón por haber arruinado a un hombre como yo. Este pensamiento puede llenarte de tristeza. Debo descargarte de ese peso y llevarlo sobre mis hombros.
Debo decirme que ni tu ni tú padre multiplicados mil veces podrían arruinar a un hombre como yo; que me arruiné a mi mismo y que nadie grande o pequeño puede ser arruinado sino por su propia mano. Estoy absolutamente dispuesto a decirlo. Estoy tratando de decirlo aunque no me creas en este momento. Si lanzo esta implacable acusación es en contra tuya, piensa qué acusación lanzo sin piedad en contra de la mía. Terrible como fue lo que me hiciste, fue mucho más terrible  lo que me hice a mí mismo.
Oscar Wilde
De Profundis.
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miércoles, 14 de abril de 2010

Salvo que esta palabra no es la acertada


Querido Leon:
Todavía recuerdo vívidamente la primera vez que fui a visitarte a tu estudio o a la habitación que utilizabas entonces como estudio. Hace unos cuarenta años de eso. Recuerdo los escombros y la esperanza omnipresente. La esperanza era extraña porque su naturaleza era semejante a la del hueso que el perro entierra en el jardín.
Ahora el hueso ha sido desenterrado, y la esperanza se ha transformado en un impresionante logro. Salvo que esta palabra no es la acertada, ¿no crees? Que se vayan al infierno todos los logros y su reconocimiento, que siempre llega demasiado tarde. Pero se ha cumplido una esperanza de redención. Has salvado gran parte de lo que amas.
Las palabras no son la mejor manera de decir todo esto. Es como tratar de describir el sabor del ajo o el olor de los mejillones. De lo que quiero hablarte es del estudio.
Lo primero que preguntan los pintores con respecto al espacio que va a convertirse en estudio es siempre relativo a la luz. Y uno podría pensar en los estudios como en una especie de invernadero o de observatorio o incluso de faro. Y, por supuesto, la luz es importante. Pero en mi opinión, un estudio, cuando se utiliza, es mucho más parecido a un estómago. Es un lugar de digestión, de transformación y evacuación. Es donde las imágenes cambian de forma. Donde todo es al mismo tiempo, regular e impredecible. Donde no hay un orden aparente y donde se origina todo el bienestar. Un estómago lleno es, desgraciadamente, uno de los sueños más antiguos de mundo. ¿No?
Puede que esté diciendo todo esto para provocarte, porque me gustaría saber qué imágenes te sugiere a ti un estudio (el lugar donde se hacen las imágenes), a ti que te has pasado tantos años solo en uno. Ya me dirás…
John

John Berger.
Dibujar: Correspondencia con Leon Kossoff.
El tamaño de una bolsa.
2004
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jueves, 8 de abril de 2010

La poesía de todo acto intensamente vivido


"Cada día me convenzo más de que la vigilia y el sueño son momentos de una realidad que se nos escapa íntegramente y de la cual sólo advertimos (o creamos) fragmentos aislados. Nunca amé demasiado el racionalismo frío y absoluto; ahora lo detesto profundamente. Creo que en la intuición, en los valores emotivos, en la poesía de todo acto intensamente vivido, se esconden las fuentes últimas de la verdad."
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Julio Cortázar
Cartas.

1940.
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viernes, 2 de abril de 2010

¿A quiénes se les ha robado el nombre?

El nombre es lo único que llevamos del nacimiento a la muerte.
Eres Ana. No Ana María. Eres Ana. Alguien que lee mis poemas. 
El nombre es, te hace, te reconoce. Te miras al espejo y dices: Soy Ana, Ana de ahora, la que existe.
¿Quiénes no existen? ¿A quiénes se les ha robado el nombre?
            Ves una cárcel y un número.
            Ves una cámara y un número.
            Ves la lista del botín de guerra y son números.
A los heterónimos, tan llenos de nombres, no les alcanza uno solo para tanto ingenio, para tanto genio, Pessoa.
¿Y los que ocultan su nombre? ¿Los que transforman su esencia? Ya no más las Nieves de Varsovia, Conrad, ya no más.
Los nombres trascienden:
Lilit será siempre la maldad.
Otelo será siempre los celos.
Ofelia, la locura. 
Julieta la juventud y el amor.
Los bolus serán siempre la nada: No existen.
                                    Julio de 2000.
                              Perla Rotzait.

domingo, 21 de marzo de 2010

Se está haciendo cada vez más tarde

Mi Mujer querida:

Quisiera realmente escribirte una carta, un día de estos, una carta total, una carta verdadera y total, lo pienso y pienso cómo sería si te la escribiera: estaría escrita con palabras normales y corrientes, ya desgastadas por las muchas personas que las han dicho  y casi ingenuas, si bien inflamadas por las pasiones de un tiempo. Y atravesando los oscuros estratos de lava y de arcilla que la vida ha ido sedimentando sobre todas las cosas, con ella te diría que yo sigo siendo yo, y que mantengo mis sueños, solo que me despierto al alba y que a veces la mano me tiembla al sostener la pluma y el pincel. Y que también la causa es la misma: la vieja madera tiene el mismo olor y se deja roer por la carcoma, a través de la ventana del mirador entra en verano un haz de luz que dibuja en la pared de enfrente, como sombras chinescas, las hojas de la parra trepadora de la reja, y entonces es hermoso tumbarse en el sillón de mimbre, mientras fuera, en los campos de alrededor, reina la calma del mediodía y los grillos no callan un instante, y son sin duda los mismos grillos , es decir, diferentes e iguales a los de siempre. Y que a finales de febrero, la magnolia japonesa sigue floreciendo, incluso antes de que le salgan las hojas y parece un extraño tiesto de flores confitado en el aire, como eterno. Y con ella, algo más apartada en el jardín, está la mimosa que te gustaba tanto. (…) 
Y además te diría que las veladas son largas, larguísimas, casi infinitas, y lánguidas, pero que mi corazón reacciona como en otros tiempos, y a veces ante una música, un sonido, una voz que pasa por la calle empieza a palpitar como loco, parece un caballo al galope. Sin embargo, si la noche me despierta, como siempre, para calmar esos latidos me levanto y me voy al comedor, enciendo una vela amarilla, porque el amarillo es hermoso en la penumbra, y leo Dulce y clara es la noche, y sin viento, y esas palabras me tranquilizan, aunque el viento fuera sacuda las ramas de los árboles y entonces me digo: lejos de su propia rama, pobre hoja frágil, ¿adónde vas tú? Me lo pregunto e intento volver a quedarme dormido y si no lo consigo reavivo las brasas de la chimenea para que brillen un poco más, y para quedarme dormido pienso que podría escribirte que no sabía que el tiempo no espera, de verdad que no lo sabía, nunca se piensa que el tiempo está hecho de gotas y basta con una gota de más para que el líquido se esparza por el suelo y se extienda la mancha y se pierda.
Y te diría que amo, que sigo amando, aunque mis sentidos parezcan cansados, porque lo están, y ese tiempo que era tan rápido e impaciente, ahora se me hace larguísimo a ciertas horas de la sobremesa, sobre todo a medida que se va acercando el invierno, cuando equinoccio se marcha y la tarde cae a traición y las luces que no te esperabas caen en el pueblo. Y te diría también que he preparado las palabras para mi lápida, no son muchas, porque entre la fecha del nacimiento y la que será de mi muerte todos los días son míos, y he tenido la precaución de dejárselas al hombrecillo que se encarga de estos caritativos servicios, por oficio o por vocación. Y te hablaría además de aquella vez que te vi, mientras tu me enseñabas el paisaje, y tu figurita que destacaba contra el horizonte me pareció lo más hermoso que el mundo había concebido, y me entraron ganas de interrumpir tu sabia descripción abrazándote con el calor de los sentidos que entonces estaban inflamados.
Y además te hablaría de ciertas noches en las que hablábamos de aquella casa en otros ríos que hemos contemplado juntos pensando en que discurrían solos, sin advertir que nosotros discurríamos con ellos.  Y te diría también que te espero, aunque no se espere a quien no puede volver, porque para volver a ser, aquello que fue debería ser aquello que fue y eso es imposible. Pero te diría: mira, aquello que ha sido en todo este tiempo, que parece tan imposible de perforar como cuando el taladro se topa con un estrato de granito, pues bien, todo eso no es nada, no será en absoluto un obstáculo imposible de superar cuando leas la carta que un día te escribiré, ya verás, una carta en la que siempre he pensado, que me ha acompañado durante todo este tiempo, una carta que te debo y que te escribiré de verdad, puedes estar segura, te lo prometo.

Antonio Tabucchi
Se está haciendo cada vez más tarde. 
2001.

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jueves, 18 de marzo de 2010

I have moved into the shadow


The night is closing in
The clouds are frozen still
The birds are feathered down
The churches ring the hour
Where once there was a cheer now stands a sorry crowd
Across the frozen lake
Beneath the tattered flags, a carnival of skates
The scissors scratch their names
Where once I held your hand I cannot bear to stand
This city is a cauldron of blackened snow and strangers
I moved here from the country
I didn’t know the danger
I’m haunted by the bottle
I’m haunted by the angels
In letters from my sister, she asks me how I’m feeling
I say that I am better but I lie in every letter
I have moved into the margin
I have moved into the shadow
Move closer to the fire or else you’ll meet the ghost
I loved you like a brother
I loved you more than most
But still you left me vacant
Still you left me cold.

GA Johnson - Piano Magic
Incurable (EP)
2007

jueves, 4 de marzo de 2010



No sé de dónde he sacado esta imagen con palabras, pero me gusta.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Tarde o temprano te llegará una crisis

Pero yo no le hice caso. En aquel tiempo, yo estaba en plena explosión artística y sus palabras me resbalaron en los oídos como la lluvia que caía fuera, sobre el asfalto. Pero las recordé más tarde, cuando aquella desconfianza de la que Paco me hablaba y que me señalaba como la causa de que hubiese estado un año sin pintar empecé a sentirla yo, sin saber a qué obedecía ni por qué me invadía de pronto de aquella forma. Quizá pensé en un primer momento, se trataba de una duda pasajera que desaparecería como las nubes cuando la tormenta escampa o como los miedos nocturnos cuando empieza a amanecer.
Pero pronto me dí cuenta de que aquello era algo más serio. Cuando terminé aquel cuadro (en realidad no lo terminé; lo dejé a medio pintar, boca abajo, entre los otros) y comencé a esbozar el siguiente (en realidad era el mismo, sólo que visto desde otra perspectiva), noté en seguida que no tenía la seguridad de antes. Me faltaba, sobre todo, confianza en mis propias fuerzas. Algo que nunca me había pasado hasta aquel momento y que notaba que iba en aumento, en vez de desaparecer.
Julio Llamazares
El cielo de Madrid.
2005

viernes, 12 de febrero de 2010

Anímic


Los acabo de descubrir y resulta que tienen alrededor de 10 álbumes grabados y además, si no me equivoco, autoproducidos.
¿Qué he estado yo haciendo todo este tiempo sin conocerlos?

http://www.myspace.com/animicblog


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lunes, 1 de febrero de 2010

¿Vienen?

A la carrera por la puerta principal y escalones abajo. Cuando iban por la mitad del camino de grava tiró del chico hacia el campo. Se volvió para mirar atrás. Estaban parcialmente resguardados por los restos de la alheña pero sabía que tenían unos minutos a lo sumo y quizás ni siquiera eso. Al final del campo se precipitaron a unos carrizos secos y de allí salieron a la carretera y cruzaron hacia el bosque del otro lado. Agarró con más fuerza todavía la muñeca del chico. Corramos, susurró. Tenemos que correr. Miró hacia la casa pero no pudo ver nada. Si estaban bajando por el camino de grava lo verían correr con el chico entre los árboles. Éste es el momento. Se dejó caer al suelo y lo atrajo hacia él. Chsss..., dijo. Chsss...
¿Nos van a matar? ¿Papá?
Chsss...

Permanecieron tumbados en la hojarasca y la ceniza con el corazón que se les salía de la boca. Él no tardaría en toser. Se habría tapado la boca pero una mano se la tenía cogida el chico y no se la soltaba y con la otra mano empuñaba la pistola. Tuvo que concentrarse mucho para ahogar la tos al mismo tiempo que intentaba escuchar. Hizo un hueco en las hojas moviendo la barbilla, para ver si venían. No levantes la cabeza, susurró.
¿Vienen?
No.
Cormac McCarthy 
La carretera.
2006.


miércoles, 13 de enero de 2010

Para llamarme a mí misma

"Esta es mi cara", dijo Rhoda, "en el espejo, tras el hombro de Susan, esta cara es mi cara" Pero me replegaré detrás de Susan, para ocultarla, ya que yo no estoy aquí. No tengo cara. Los demás tienen cara. Susan y Jinny tienen cara. Están aquí. Su mundo es el mundo real. Las cosas que levantan son cosas que pesan. Dicen "sí", dicen "no". Pero yo oscilo y cambio, y en menos de un segundo devengo transparente. Cuando se cruzan con una criada, la criada les mira sin reírse. Pero se ríe de mí. Ellas saben lo que han de decir, cuando alguien les habla. Se ríen de veras, se enojan de veras, en tanto que yo he de mirar primero a mi alrededor, y hacer lo que los demás hacen, cuando ya lo han hecho.
(…)  Y yo sólo estoy vinculada a los nombres y a las caras. Atesoro unos y otras como amuletos que me protejan de un desastre. En la salida, elijo un rostro lejano, y apenas puedo tomar el té cuando ésa, cuyo nombre ignoro, está sentada frente a mí. Me atraganto. La violencia de mis emociones estremece mi cuerpo. Imagino que esas gantes sin nombre, esas gentes inmaculadas, me vigilan ocultas detrás de arbustos. (...) Por esto odio los espejos que revelan mi verdadero rostro. Sola, a menudo me sumo en la nada. He de mover los pies con gran cautela, para no rebosar los límites del mundo y caer en la nada. He de golpear con la mano una dura puerta, para llamarme a mí misma a fin de que vuelva a entrar en el cuerpo.

Virginia Woolf
Las Olas.
1931

sábado, 2 de enero de 2010

Carta a una señorita en París

... Pero no le escribo por eso, esta carta se la envío a causa de los conejitos, me parece justo enterarla; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.
Me mudé el jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevan a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas,  porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y más horrible. Pero hice las maletas, avisé a su mucama que vendría a instalarme, y subí en el ascensor. Justo entre el primero y segundo piso sentí que iba a vomitar un conejito. Nunca se lo había explicado antes, no crea que por deslealtad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedido estando a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas constancias de lo que acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche Andrée, no me lo reproche. De cuando en cuando se me ocurre vomitar un conejito. No es razón para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado y andar callándose.
 Julio Cortázar
Bestiario.

Carta a una señorita en París.
1951